La vivienda
Los trabajadores agrícolas indígenas de todo el estado de California regularmente enfrentan horrendas condiciones de vida y los índices de hacinamiento son verdaderamente increíbles. Adicionalmente, algunos siguen viviendo en estructuras improvisadas o no carecen de vivienda alguna.
Viviendas
Rentas
Hacinamiento
Quejas de las condiciones de vida
Condiciones observadas por los investigadores
La mayoría de las familias y los individuos indígenas viven hacinada en departamentos o en casas o tráiler de renta. Una grandísima parte (aproximadamente una de cada diez) vive en barracas, techos improvisados y vehículos que se encuentran detrás de casas u otras estructuras.
Por último, en los cañones al norte del condado de San Diego y en otras partes del estado hay un grupo relativamente pequeño que vive a la intemperie en cuevas o en estructuras hechas de plástico.
Pocas familias de trabajadores agrícolas indígenas son dueñas de las viviendas que ocupan. Según nuestra encuesta (la Encuesta de Comunidades Indígenas ICS por sus siglas en inglés) sólo aproximadamente una de cada 10 es propietaria de la casa donde vive y la mayoría de estas viviendas es casa remolque o tráiler. En la encuesta más grande y completa realizada por el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos llamada la Encuesta Nacional de Trabajadores Agrícolas (NAWS por sus siglas en inglés) solamente una de cada 25 personas del sur de México (en su mayoría indígenas) es propietaria de su casa.
Casi todos los trabajadores agrícolas indígenas rentan y muchos ocupan viviendas donde el costo del alquiler es compartido entre varias familias e individuos. En la Encuesta de Comunidades Indígenas, hallamos que las familias pagan unos $400 por mes, mientras que los individuos que rentan por persona cumplen con una mensualidad de unos $150. Las “rentas” parecen ser más o menos iguales sean casas, departamentos o tráiler donde vivan los trabajadores agrícolas.
No sorpresivamente, la “renta” varía mucho según se vive en la costa o en el interior agrícola de California. Por ejemplo, en nuestra Encuesta de Comunidades Indígenas hallamos que la renta típica para una familia en las zonas costeñas oscila entre $400 y $700, mientras que en el Valle Central, los trabajadores agrícolas indígenas pagan rentas mucho más modestas, de $280 a $350 por mes.
Los trabajadores agrícolas indígenas que son propietarios de sus casas conforman un porcentaje muy bajo de la población total y es más probable que radiquen en el interior del estado que en la costa.
Los índices de hacinamiento son graves. La Oficina del Censo de los Estados Unidos calcula el índice de hacinamiento dividiendo el número total de personas que duermen en la vivienda entre el número total de cuartos (sin contar la cocina). Si hay más de una y media personas (1.5) por cuarto, se considera que la vivienda está en situación de hacinamiento extremo. En la Encuesta de Comunidades Indígenas, hallamos que la vivienda típica rebasa estos niveles con un índice de 1.75 personas por cuarto. Dos terceras partes de las viviendas se clasifican como en situación de hacinamiento extremo. Para comparar, en la población general de California, menos de una de cada diez viviendas se considera estar en situación de hacinamiento extremo.
Es común observar que tres familias con niños pequeños vivan en un departamento modesto de dos recámaras y que una de ellas duerma en la sala. Según la encuesta, una gran mayoría de los “renteros” viven con otras familias. Muchas veces, las personas viven con sus hermanos casados o las familias comparten la vivienda con sus padres.
Hallamos los mismos índices de hacinamiento sin importar si se vive en casas, departamentos o tráiler. Sorpresivamente, no hay mucha diferencia en el hacinamiento entre los recién venidos y los que llevan mucho tiempo en los Estados Unidos. Tampoco existe mucha variación entre familias y hombres que ocupan viviendas para hombres solos. Parece que entre la población de trabajadores agrícolas indígenas todo tipo de agrupaciones viven en situación de hacinamiento extremo. Sin embargo, hay lugares donde las condiciones son aún más graves. Los “renteros” que viven en la zona costeña sufren las condiciones más extremas. En el cuadro a continuación observe que todas las zonas costeñas registran índices mucho más altos de hacinamiento que en Bakersfield y Fresno. En Watsonville, el índice de hacinamiento alcanza la cifra extraordinaria de 3.0 personas por cuarto.
Por último, hallamos que un gran porcentaje de personas duerme fuera de la recámara. Según la Encuesta de Comunidades Indígenas, aproximadamente una de cada cinco personas duerme en un cuarto que no es para eso, principalmente en la sala y en el garaje.
Quejas de las condiciones de vida
Los indígenas que entrevistamos para la Encuesta de Comunidades Indígenas tienen muchas quejas respecto a sus condiciones de vida. A pesar de que muchos parecían reservados al respecto, dos de cada cinco señalan uno o más problemas concretos.
Se observa en el cuadro a continuación que el problema principal es falta de calefacción o aire acondicionado. Siguiente en importancia son las goteras o fugas en el techo. Tercero en significancia son las fallas de la tubería y en cuarto lugar están los electrodomésticos descompuestos. Muchas personas se quejan de ratas o plagas de insectos, y muchas manifiestan que los dueños no hacen caso a las quejas (véase el cuadro, más abajo).
Condiciones observadas por los investigadores
Durante las entrevistas, nuestro equipo de investigadores registró observaciones que transmiten las condiciones de vida soportadas por los inmigrantes indígenas. Por ejemplo, en Watsonville y Salinas donde registramos los más altos índices de hacinamiento, nuestros investigadores observaron lo siguiente:
En Watsonville (Pájaro y Lomas) y en Salinas empezamos a entrevistar a familias que viven en garajes o en pequeños cuartos sin cocinas, sin baños, sin calefacción y con un solo foco eléctrico para la iluminación. Estas familias tenían que pedir permiso para ir al servicio y para entrar a la cocina, y tenía que ser solamente de acuerdo con un horario establecido.
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Nos impresionó la falta de bienes materiales entre las familias de San Martín Peras. Conocimos a familias que nos ofrecieron la única silla de plástico que poseían. En esa casa nuestro entrevistador tuvo que administrar la entrevista sentado en un cesto de ropa con su intérprete sentado en una tina de plástico. La familia se sentó en el piso.
En la hacinada región de Ventura, nuestros investigadores registraron esta observación:
En Santa Paula y en Fillmore, en casi todos los departamentos donde realizamos entrevistas hallamos varias familias o varios hombres solos ocupando el mismo departamento. Las familias alquilan un cuarto y los hombres solos alquilan espacio en el piso de la sala.
En Santa María los entrevistadores observaron la siguiente situación extrema:
Anoche entrevistamos a una señora que vive en una casa burguesa de aspecto común y construcción tipo 1930 con garaje separado en el patio de atrás. Nos informó que, aparte de ella y sus dos niñas, en ese domicilio Vivían otras 38 personas. Había 19 menores, 16 hombres solos (10 en el garaje), mas 6 mujeres y solamente un baño. Los hombres se aseaban atrás con la manguera.
Por último, en la zona de Bakersfield, los entrevistadores observaron las siguientes condiciones:
En Taft entrevisté a una señora y me fijé que unas cucarachas se meneaban en el piso y en la pared detrás de ella. Nadie las mencionó, ni se quejaron del departamento. Tres matrimonios viven en el departamento. Dos de ellos duermen en la recámara de la planta alta y el tercero duerme en la sala.
Nos dimos cuenta que existe el temor que nosotros descubriríamos cuantas personas ocupan una casa, un departamento, y un cuarto o garaje porque temen que, si se corre la voz, alguien puede venir a desalojarlos, i.e. el dueño, el encargado, la ciudad u otras autoridades. Tuvimos oportunidad de hablar con el dueño de unos departamentos que nos dijo que ha encontrado hasta 15 personas viviendo en un solo departamento, pero por “cuestiones de seguridad y por el bien de ellos”, impuso una regla de un máximo de 10 por departamento.